Soberana y Militar Orden
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Jerusalén de Rodas y de Malta

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El Gran Maestre recibe al cuerpo diplomático acreditado para desearles un feliz año nuevo

El Gran Maestre recibe al cuerpo diplomático acreditado para desearles un feliz año nuevo
15/01/2003

El Gran Maestre recibió al Cuerpo Diplomático acreditado ante la Soberana Orden para desearles un feliz Ano Nuevo. El encuentro se celebró en la iglesia de Santa María del Priorato realizada por Giovan Battista Piranesi dentro del recinto de Villa Malta en Roma.

El Embajador de Honduras, Alejandro Emilio Valladares, Decano del Cuerpo Diplomático, despues de saludar a los 100 diplomáticos presentes, inició la ceremonia con unas palabras recordando el hecho de que el número de países con los que mantiene relaciones diplomáticas ha aumentado sustancialmente en los últimos años. Hizo un resumen de las principales acciones humanitarias desarrolladas por la Orden en el año 2002 a favor de las poblaciones afligidas por conflictos y por desastres naturales. En su discurso, el Decano citó las llamadas del Santo Padre a los hombres de buena voluntad para que se unan en resolver sus divergencias de opinión, y los conflictos y situaciones de inseguridad que conducen a baños de sangre por todo el mundo.

A continuación se presenta el texto del discurso pronunciado por el Gran Maestre:

Estimado Señor Decano,

Excelencias, Señoras y Señores

Ante todo quisiera agradecerle al Embajador de la República de Honduras, Su Excelencia Don Alejandro Emilio Valladares Lanza los parabienes que me hizo en nombre del Cuerpo Diplomático acreditado ante la Soberana y Militar Orden de Malta.

Asimismo es mi deseo expresar, en los albores de este año 2003, mis más cálidos parabienes a ustedes, a sus familiares y a las poblaciones de los países que ustedes representan. Señor Decano, quisiera encomiar en particular el alto nivel de pensamiento que brota de sus discursos sobre los acontecimientos tan importantes que actualmente se están produciendo y que no pueden dejarnos indiferentes.

La atmósfera de paz y serenidad que envuelve la iglesia de Santa Maria dell’Aventino, lugar donde tengo el honor de recibirles hoy, lamentablemente no se corresponde con el estado de aprensión que hoy día prevalece en casi todos los continentes.

A la espiral de violencia que se extiende a muchas zonas del mundo le siguen las amenazas de conflictos armados.

La Tierra Santa, lejos de ser un oasis de paz, ahora es escenario de acciones de terrorismo y de represión que se ceban con la vida de innumerables víctimas inocentes. Se cuentan por miles los hombres, las mujeres y los niños que con su salud o con su vida, sufren las consecuencias de los ataques homicidas de los beligerantes o de los extremistas de las distintas comunidades que antaño coexistían en armonía.

También nuestro hospital de la Sagrada Familia en Belén fue dos veces blanco directo de las fuerzas armadas. A la sección de Maternidad, abierta a toda la población local, sin distinción de origen, lengua, etnia o religión, y que antes de las hostilidades acogía a las futuras madres y a los recién nacidos, ya no se puede acceder libremente. Pero pese a ello, y no obstante el recrudecimiento de las hostilidades, gracias también al valor y a la dedicación encomiable de todo el personal que en él trabaja, el hospital ha podido prestar sus servicios de urgencia a casi mil personas, entre madres y recién nacidos.

Ante esta intensificación de violencia, no podemos sino asociarnos a los mensajes de paz pronunciados con constancia y ardor admirables por el Santo Padre y nos unimos a sus oraciones para que los hombres de buena voluntad aúnen sus esfuerzos para que la concordia y la comprensión se consolide en todos los campos haciendo un frente común contra la voluntad de resolver con la fuerza las divergencias de opinión, los conflictos y las situaciones de inseguridad que corren el riesgo de ensangrentar el mundo.

Es también por esto que nuestra Orden, que en nombre de su inspiración cristiana, fundamenta su acción sobre la solidaridad imparcial y su vocación universal de ayuda a los necesitados, ahora más que nunca debe seguir su acción humanitaria y espiritual.

Los Representantes, Observadores de la Orden, siguen con gran interés el desarrollo de las operaciones para el mantenimiento de la paz y de la seguridad por parte del personal de las Naciones Unidas. La Orden ya ha podido ofrecer asistencia médica a los cascos azules, tanto en África como en los nuevos estados de la ex Yugoslavia. Se está desarrollando una estrecha colaboración con el Comisionado de las Naciones Unidas para los Refugiados, de hecho la Orden ha participado en numerosas acciones para la asistencia inmediata en los campos de refugiados y para los programas a medio y largo plazo para facilitar el regreso a los países y a las regiones de origen. Un ejemplo reciente de esta cooperación es nuestra participación en los programas de formación hospitalaria. Recientemente una de nuestras Asociaciones Nacionales ha sido elegida para asistir desde el punto de vista médico a las fuerzas de intervención pacíficas de las Naciones Unidas en Afganistán. Este insigne sello de confianza permite a nuestros voluntarios y a nuestro personal, no sólo favorecer la acción humanitaria y sanitaria de las fuerzas de intervención de las Naciones Unidas, sino también prestar nuestra ayuda directa a las poblaciones locales duramente afectadas por los conflictos que han lacerado este país.

En ocasión de los parabienes que me han dirigido ustedes, es mi deseo expresar mi más viva gratitud a los Estados que representan, Señoras y Señores Embajadores, y que, reconociendo nuestra soberanía, han querido dar una señal de su voluntad de establecer una colaboración duradera con nosotros, entrelazando relaciones diplomáticas con la Soberana y Militar Orden de Malta. Es así como tuve la oportunidad de recibir, en el 2002, en el Palacio Magistral, la visita oficial de representantes de países amigos. Entre los principales señalamos las de los Presidentes de la República Checa y de la República de Hungría, las de los Jefes de Estado de Nicaragua, de Guatemala y de Bolivia, la visita de una delegación parlamentaria de Canadá y la del Ministro de Relaciones Exteriores de Cuba.

Por lo que se refiere a las visitas de Estado en el extranjero, viajé a Rumania a principios del 2002 y en noviembre del año pasado a Bolivia donde, después de un congreso dedicado al desarrollo de nuestras obras y de nuestra acción espiritual en América Latina, tuve un encuentro con el Presidente de la República, Su Excelencia Don Gonzalo Sánchez de Lozada, en su Palacio de La Paz.

Quisiera por último recordar mi visita del pasado mes de diciembre a Su Excelencia Carlo Azeglio Ciampi, Presidente de la República Italiana, este gran país de cultura y civilización milenaria, arquitecto iluminado de la Unión Europea y defensor fiel ante las Naciones Unidas de las obras de paz y de seguridad internacional. Como ya dije en otra ocasión al Jefe del Estado italiano, la Orden no puede olvidar que después de nuestro errar a consecuencia de la expulsión de los Caballeros de la Isla de Malta, Italia nos acogió generosamente dándonos la oportunidad de establecer nuestra sede en este país que tanto amamos.

Desde entonces nunca hemos tenido que echar de menos la colaboración y el apoyo del Estado italiano e incluso recientemente, tras la firma del Acuerdo Sanitario de diciembre de 2000, que nos ayuda a realizar en este país nuestra actividad hospitalaria y sanitaria, el Parlamento deberá decidir acerca de la ratificación de este convenio de suma importancia para nosotros.

Si como yo espero, las dos cámaras se pronuncian favorablemente a este respecto, podremos poner en marcha la reorganización de nuestras obras hospitalarias y en particular las destinadas a nuestro Hospital San Giovanni Battista della Magliana, donde muchos Caballeros italianos prestan sus servicios al cuidado de los innumerables enfermos que acuden a este centro y cuyos tratamientos son considerablemente apreciados.

Señor Decano,

Excelencias, Señoras y Señores,

quisiera concluir mi intervención agradeciendo una vez más su presencia y deseándoles a todos ustedes, a sus familias y a los países que representan tan dignamente, prosperidad, bienestar y serenidad. Expreso la viva esperanza de que, con la ayuda de Dios, la voluntad de paz y de colaboración pueda todavía afirmarse en el mundo y pueda permitirnos gozar de los beneficios de la concordia y de la solidaridad.

Villa Malta all’Aventino, 14 de enero de 2003