Soberana y Militar Orden
Hospitalaria de San Juan de
Jerusalén de Rodas y de Malta

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Peregrinación mundial de la Orden de Malta

Peregrinación mundial de la Orden de Malta
20/10/2000

Mas de 2000 Caballeros y Damas, miembros de los cuerpos de ambulancias de la Orden, y organismos nacionales e internacionales de todos los continentes llegaron a Roma entre el 16 y 19 de Octubre para participar en la Peregrinación Internacional organizada por el Gran Magisterio dentro del marco de las celebraciones del Gran Jubileo de la Iglesia.

Las ceremonias religiosas, a las que asistió S.A.E. el Príncipe y Gran Maestre, Frey Andrew Bertie, junto con los Altos Cargos y miembros del Soberano Consejo, comenzaron en la mañana del día 16 con una solemne procesión a través de la Puerta Santa de la Basílica Patriarcal de Santa María la Mayor, seguida por una ceremonia penitencial y una Santa Misa celebrada por el Cardenal Patrono, Su Eminencia Pío Laghi. Por la tarde se celebró la Adoración Eucarística y la Bendición en la misma Basílica.

En los días siguientes, los actos de la Peregrinación Internacional se celebraron primero en la Basílica de San Juan de Letrán, donde las ceremonias fueron oficiadas por el Cardenal Patrono, y luego en la Basílica de San Pablo Extramuros, donde la Santa Misa fue oficiada por Su Eminencia el Cardenal Szoka. La mañana del día 19, todos los participantes en la Peregrinación de la Orden, después de reunirse en la Plaza de San Pedro, desfilaron en solemne procesión hasta la entrada de la Basílica para pasar por la Puerta Santa. Asistieron a la Santa Misa en el Altar de la Cátedra de San Pedro, oficiada por el Secretario de Estado, Su Eminencia el Cardenal Angelo Sodano, junto con otros seis Cardenales y los Capellanes de la Orden. Después del la ceremonia penitencial, el Santo Padre Juan Pablo II recibió a todos los peregrinos de la Orden en una audiencia especial en la Basílica de San Pedro, y pronunció el siguiente discurso:

“Queridos hermanos y hermanas:

Me gustaría extender mi cordial bienvenida a cada uno de vosotros, caballeros y damas de la Soberana Orden Militar de Malta, que habéis venido a Roma, desde todas las partes de mundo, para celebrar el Gran Jubileo. En particular, quiero dar a bienvenida al Gran Maestre Frey Andrew Bertie, al que agradezco sus corteses y nobles palabras que me ha dirigido, en nombre de los que estáis aquí reunidos. También quiero extender una afectuosa bienvenida al Cardenal Pío Laghi, Patrono de la Soberana y Militar Orden, que ha querido tomar parte en el acto de hoy. Con él también doy la bienvenida a Monseñor Donato de Bonis, vuestro Prelado. Este encuentro tiene un especial significado porque está teniendo lugar en el Año Santo 2000 y testimonia la profunda comunión que une a los miembros de esta Orden con el sucesor de Pedro. En esta ocasión, tengo la satisfacción de expresar al Gobierno de la Orden, así como a todos los que generosamente se han dedicado a atender los puestos de socorro en las basílicas romanas y en otros programas del Jubileo, mi caluroso reconocimiento y gratitud por su constante y valiosa contribución al éxito del Jubileo.

El Gran Jubileo en el que la Iglesia conmemora el segundo milenio del Verbo es “un año de gracia”, un año de perdón de los pecados y de los castigos a ellos debidos, un año de reconciliación entre las partes en litigio, un año de muchas conversaciones y de penitencia sacramental y extrasacramental; en particular, es un año que trae consigo “la concesión de indulgencias en mayor escala que otras veces” (Tertio millennio adveniente, n. 14) y el restablecimiento de la justicia de Dios, una manifestación concreta del Mandamiento del Amor.

En la Bula de Convocatoria del Gran Jubileo, escribí: “un signo de la gracia de Dios que es especialmente necesario, es el signo de la caridad, que abre nuestros ojos a las necesidades de los que son pobres y marginados. Tal es la situación que afecta a amplios sectores de la sociedad y que arroja su sombra de muerte sobre los pueblos” (Incarnationis mysterium, n. 12).

Respecto a esto, quisiera mencionar aquí las encomiables iniciativas que vuestra Orden ha llevado a cabo en ámbitos de pobreza moral y espiritual. Están inspiradas por una gran dedicación a los necesitados, a los que expresan de una manera visible y concreta el amor de Dios y de la Iglesia. Estos proyectos son, a veces, un verdadero apoyo y un modelo para los que quieren contribuir con sus esfuerzos a establecer un nuevo mundo, donde la dignidad y la esperanza se devuelven a los oprimidos por las modernas formas de esclavitud y a los enfermos de cuerpo y espíritu.

Me refiero, especialmente, al servicio profético hacia los marginados y excluidos, de los que os ocupáis con el ardor de una auténtica batalla a favor del desarrollo integral de los seres humanos.

Gracias por esta noble batalla, en la defensa y el desarrollo de la persona humana. Una misión a la que vuestra Orden ha venido dedicándose desde hace muchos siglos. Vosotros habéis sido capaces de levantar el estandarte del amor en muchos lugares de los cinco continentes, donde la enfermedad y la pobreza degradan a los pueblos y, desgraciadamente, amenazan su futuro.

Es una verdadera estrategia del amor la que os involucra en hospitales, en leproserías, grupos de ayuda, guarderías y residencias de ancianos. En todos estos ámbitos, os preocupáis de llevar adelante los fines principales de vuestra secular Orden: el “tuitio fidei” y el “obsequium pauperum”, siempre atentos a las palabras de su fundador el Beato Gerardo; “Nuestra institución durará mientras Dios quiera que haya gente que esté dispuesta a hacer menor el sufrimiento y más llevadera la pobreza”.

Queridos hermanas y hermanos: En este positivo contexto, el especial derroche de gracia del año jubilar constituye, para cada uno de vosotros y para toda vuestra familia espiritual, una renovada ocasión de fidelidad a Cristo y a vuestros hermanos.

El Jubileo os exhorta a fijar vuestra mirada en Cristo, Redentor del hombre, y a acogerlo con un amor y una atención cada vez más intensos. Durante vuestra peregrinación jubilar habéis tenido la oportunidad de dedicaros, de una manera muy especial, a escuchar el Evangelio y a orar, y, recibiendo los Sacramentos, habéis querido renovar vuestra fidelidad a Cristo. Es sólo de El, fuente de vida inmortal, de donde seréis capaces de obtener nueva fuerza y nueva energía para ir al encuentro con el espíritu de buen samaritano y saciar las necesidades de los pobres, cada vez más evidentes y trágicas en el mundo contemporáneo. Sólo con su ayuda seréis capaces de ofrecer, en cada circunstancia, respuestas a las expectativas de la pobreza, no sólo desde un punto de vista material, sino profundamente inspiradas en el amor evangélico.

El Jubileo también os anima a ser testigos permanentes de una auténtica comunión fraterna, en las áreas en donde trabajáis. Os llama a proclamar la verdad de Cristo con vuestras palabras y con vuestras vidas, porque vuestra presencia debe constituir un modelo de la nueva convivencia humana y civil para cada uno de los que encontréis. Que vuestras actividades sean una oportunidad privilegiada para evangelizar y servir como punto de referencia a todos los que buscan el reino de Dios y su Justicia, con un corazón sincero.

Que esta celebración jubilar inunde a cada uno de vosotros de un enorme entusiasmo para dar testimonio del Evangelio de la Caridad en un mundo dominado por el egoísmo y el pecado. Que seáis luz avanzada de esa civilización del Amor y expresión efectiva de la enseñanza social de la Iglesia.

Con estos sentimientos os confío a cada uno de vosotros, peregrinos de la Soberana Orden Militar de Malta, a la celestial protección de la Virgen María, “Consuelo de los Afligidos”, y a la de San Juan Bautista; cordialmente os imparto a todos una especial Bendición Apostólica, en señal de las abundantes gracias y mercedes del Jubileo.

Deseo que toda la Orden de Malta siga prosperando. Que el Señor os bendiga a todos. Gracias por vuestra visita a Roma y al Vaticano.”

El discurso del Santo Padre fue precedido por las siguientes palabras de bienvenida de Su Alteza Eminentísima el Príncipe y Gran Maestre Frey Andrew Bertie:

“Santísimo Padre:

En nombre de la Soberana Orden Militar de San Juan de Jerusalén, de Rodas y de Malta, quisiera darle nuestras más efusivas gracias por haberse acercado a esta Basílica para impartir Su bendición con motivo de nuestra peregrinación jubilar a la Ciudad Eterna.

La Orden agradece a Su Santidad sus esfuerzos para impulsar el espíritu de piedad en el mundo, y yo quisiera insistir en la devoción que sentimos hacia su Persona, en nuestra total lealtad al Magisterio de la Iglesia, y en nuestra determinación de alcanzar los objetivos del Beato Gerardo: la defensa de la Fe y el servicio a los pobres y los enfermos.

La Orden de Malta, a través de los miembros de los cuerpos de ambulancias de las asociaciones nacionales, diariamente ha asistido a los peregrinos que han visitado las cuatro basílicas de la Ciudad Eterna para el Gran Jubileo de la Iglesia. Los puestos médicos, instalados dentro y fuera de las basílicas, están dotados con equipos de primeros socorros, para urgencias, y con ambulancias para los casos más serios. La plantilla médica, de doctores y paramédicos entrenados por los cuerpos de ambulancias de las asociaciones nacionales de la Orden, están organizados en turnos, según sus nacionalidades.