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Discurso del Gran Maestre Frey Giacomo Dalla Torre del Tempio di Sanguinetto ante el cuerpo diplomático acreditado ante la Soberana Orden de Malta

Discurso del Gran Maestre Frey Giacomo Dalla Torre del Tempio di Sanguinetto ante el cuerpo diplomático acreditado ante la Soberana Orden de Malta
10/01/2020

El Gran Maestre, Frey Giacomo Dalla Torre del Tempio di Sanguinetto, ha recibido al cuerpo diplomático acreditado ante la Soberana Orden de Malta para la tradicional audiencia de principios de año. La audiencia ha tenido lugar en la Villa Magistral de Roma.
He aquí el discurso del Gran Maestre pronunciado después de las palabras del Decano del Cuerpo Diplomático, el Embajador de Camerún Antoine Zanga.

 

Señor Decano, Excelencias, Damas y Caballeros,

Sean ustedes bienvenidos. Nos volvemos a reunir al inicio de un nuevo año para nuestro tradicional intercambio de felicitaciones, con la esperanza de que venga cargado de nuevas y alentadoras posibilidades de paz y de diálogo en el mundo. En especial quisiera saludar a aquellos embajadores que participan por primera vez en esta audiencia tradicional con el cuerpo diplomático acreditado ante la Soberana Orden de Malta.

Mi más sincero agradecimiento al Embajador de Camerún, Su Excelencia Antoine Zanga, Decano del cuerpo diplomático a partir de este año, por su discurso, que he apreciado mucho.

Quisiera sin más tardar expresar mi gran preocupación por las crecientes tensiones que se han producido estos últimos días en Irak, Irán y Libia. La Soberana Orden de Malta se suma al llamamiento a la paz y la reconciliación lanzado por Su Santidad el Papa Francisco con ocasión de la 53ª Jornada Mundial de la Paz, el 1 de enero.

En estos últimos años ha disminuido el número de personas que pasan hambre, así como el índice de mortalidad infantil: dos indicadores importantes del desarrollo humano. Sin embargo, esta tendencia corre el riesgo de invertirse, únicamente debido a la actividad humana, y no por causas naturales o debido al subdesarrollo. Las verdaderas razones residen en las guerras y los conflictos civiles. Esto es un escándalo, y les invito a no dejar de recordar a los gobiernos este intolerable peligro. Mi deseo es, por lo tanto, que la diplomacia humanitaria sea cada vez más el instrumento indispensable para promover el diálogo y la paz y para resolver los conflictos que desde hace tantos años asolan diferentes partes del mundo.

Dejamos atrás un año difícil. La crisis humanitaria en Siria, pero también las de Yémen y Venezuela, el drama del pueblo rohinyá en Myanmar, están provocando un número cada vez mayor de desplazados y refugiados que buscan refugio en los países vecinos, ya en situación de colapso. Además de las grandes crisis tristemente célebres, están aquellas más silenciosas que se consuman lejos de las páginas de los periódicos y de los focos de la actualidad: es el caso de las crisis y los conflictos enquistados en los Balcanes occidentales y el Cáucaso meridional, en Georgia. El caso de las tensiones en Eritrea, Burundi, República Democrática del Congo y Malí en África. Y de las emergencias del triángulo norte centroamericano, en Haití y la región filipina de Mindanao.

Asistimos a un dramático récord del número de personas obligadas a recurrir a la protección humanitaria: más de 130 millones de personas en aproximadamente 42 países.

Según los últimos informes de Naciones Unidas, un niño de cada cuatro vive en un Estado afectado por la violencia o por atentados terroristas. Un dato que nos aflige, habiendo celebrado recientemente el Día Universal por los derechos de la infancia y la adolescencia, que en noviembre de 2019 ha cumplido 30 años. Los niños son las víctimas más débiles cuando un conflicto o un desastre natural destruye los servicios básicos de un país. Nuestro pensamiento está con todas las poblaciones víctimas de crisis humanitarias y de conflictos prolongados, que no hacen sino empeorar sus condiciones de vida.

Este año ha empezado con las dramáticas imágenes procedentes de Australia, desde hace meses víctima de incendios devastadores que han acabado con la vida de decenas de personas y destruido millones de hectáreas de terreno, poniendo en peligro la supervivencia de numerosas especies de animales autóctonas. La emergencia climática y medioambiental, durante años desatendida o francamente negada, sigue mostrando sus violentos efectos con temporales, inundaciones, tifones y sequías en todo el mundo. La intensificación de los fenómenos meteorológicos violentos es uno de los factores que determinan el aumento de las migraciones.

Como ha declarado el Secretario General de Naciones Unidas, Antonio Guterres, en la reciente cumbre sobre el clima en Madrid, «Hay que elegir entre la esperanza de un mundo mejor o rendirnos».

El papel de las organizaciones humanitarias que trabajan para aliviar el sufrimiento y por el bien común de la humanidad es cada día más esencial, en este momento histórico en el que vemos cuestionados los principios y valores básicos de la democracia, valores como la solidaridad, la igualdad, el respeto de los derechos humanos y de los derechos civiles.

Me pregunto: ¿Qué hemos conservado de las duras lecciones del «siglo corto»? La Unión Europea, nacida de los escombros de las dos grandes guerras mundiales, pasa por grandes dificultades, y crecen los movimientos que esgrimen sentimientos de cierre e incomprensión, que piden construir muros y barreras, justamente en el trigésimo aniversario de la caída de aquel muro que fue símbolo de contraposición ideológica, de negación de la libertad y de conflicto entre bloques opuestos.

No podemos evitar observar con preocupación estos fenómenos; cabe reconocer en la misión de la Orden de Malta un antídoto al desprecio frente al «otro», a la indiferencia frente al dolor ajeno, a la defensa del individualismo. Nuestros 80.000 voluntarios repartidos en 120 países del mundo, nuestra red diplomática en 109 Estados y los más importantes organismos internacionales, nuestros 13.500 miembros y 42.000 trabajadores médicos y sanitarios, todos trabajan cada día para ofrecer esperanza y alivio a quien sufre por su edad avanzada, por una discapacidad, por una enfermedad o por la pobreza.

Este abanico de actividades se hace especialmente presente durante la Jornada Mundial de los Pobres, instituida por el Papa Francisco y que el pasado mes de noviembre ha celebrado su tercera edición. Son muchas, en todo el mundo, las iniciativas que dan testimonio de la presencia cotidiana de la Orden al lado de las personas que sufren. En 2019, más de 1.000 centros gestionados por la Orden de Malta en todo el mundo han ofrecido asistencia médica, apoyo psicológico, productos de primera necesidad, almuerzos calientes, además de la posibilidad de acceder a una ducha y a una lavandería para las personas sin techo o que viven en situación de pobreza. Tan solo en Italia en 2018 se distribuyeron 470.000 almuerzos y 85.000 prendas de vestir.

Hemos hecho nuestro el llamamiento del Santo Padre a reforzar la red de apoyo a las «familias que se ven obligadas a abandonar su tierra para buscar formas de subsistencia en otros lugares; que han perdido a sus padres o que han sido separados violentamente de ellos a causa de una brutal explotación; jóvenes en busca de una realización profesional a los que se les impide el acceso al trabajo a causa de políticas económicas miopes; víctimas de tantas formas de violencia, desde la prostitución hasta las drogas, y humilladas en lo más profundo de su ser».

A todas ellas tendemos la mano: en las ciudades occidentales donde distribuimos almuerzos a los sin techo, en el continente africano y en el continente asiático, donde gestionamos hospitales y programas de asistencia médica en medio de sequías y de guerras olvidadas, en las principales rutas migratorias, donde ofrecemos protección y primeros auxilios.

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En los últimos años, la acción de la Soberana Orden de Malta se ha concentrado especialmente en la lucha contra el tráfico de seres humanos. Un fenómeno odioso en el que está implicada la gran delincuencia internacional. Recientemente hemos organizado en París la conferencia «Cómo combatir mejor la explotación de mujeres en África occidental y favorecer su reintegración», donde hemos reunido a diplomáticos, académicos, políticos, representantes de las instituciones europeas y nigerianas, de organizaciones católicas y congregaciones religiosas, y expertos psicosociales. En su intervención, el Gran Canciller ha recordado la labor de la Orden de Malta en Nigeria, donde, a principios de 2019, con el apoyo de uno de nuestros dos embajadores especiales para la lucha contra el tráfico de seres humanos, se ha inaugurado un centro de acogida en Lagos para ofrecer atención, protección y reintegración a las mujeres víctimas de la trata que vuelven a su país. La contribución de la Orden de Malta en este ámbito tan dramático se produce también en la comunidad internacional. En Ginebra, nuestra misión en Naciones Unidas participa activamente en las campañas e iniciativas para solicitar respuestas más eficaces y mantener la atención centrada en la esclavitud, que ha llegado en la actualidad a cifras alarmantes.

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Quisiera, queridos embajadores, informarles sobre otro proyecto importante para la Orden de Malta, relacionado con la valorización de la labor de campo, a menudo en zonas en crisis o en guerra, de las organizaciones e instituciones religiosas. Son organismos que suelen estar ya presentes sobre el terreno, y por lo tanto capaces de moverse mejor que otros en las regiones donde ocurre una crisis. Desde hace años -recuerdo en 2015 en Ginebra el simposio, y nuestra participación en 2016 en la cumbre humanitaria mundial de Estambul – la Orden de Malta trabaja en este sentido, y ha redactado recientemente un documento que recoge los principios clave de las religiones monoteístas, como lo sagrado de la vida humana y la protección de los lugares de culto. Este documento, el “Religious Compact”, redactado en colaboración con los exponentes del catolicismo y del islam, se presentará en los próximos meses.  Contiene principios y directrices sobre el papel que las comunidades e instituciones religiosas pueden desarrollar para ayudar a resolver las situaciones de crisis, mitigar sus efectos sobre las poblaciones afectadas y mejorar la prestación y la distribución de la ayuda humanitaria. La dimensión religiosa no debe considerarse un problema o la causa de un conflicto, sino al contrario una oportunidad para superar situaciones críticas.

Estamos convencidos de que este documento puede ser una contribución importante al diálogo interreligioso y para ayudar a gestionar mejor y a aliviar las consecuencias de las situaciones de conflicto sobre las poblaciones que las sufren, con valores compartidos por todas las religiones.

El valor añadido de las organizaciones de inspiración religiosa reside esencialmente en tres elementos: que están dispuestas a estar presentes sobre el terreno durante largos periodos de tiempo, cual es el caso de la Orden de Malta, de lo que se deduce una credibilidad entre la población local poco habitual; que la ayuda humanitaria proporcionada por la comunidad internacional no cubre más que las necesidades materiales de la población, mientras que las instituciones religiosas se preocupan también por las necesidades espirituales, a menudo ignoradas en las grandes intervenciones humanitarias; y que el recurso a la «carta de la religión» facilita, especialmente en contextos sociales caracterizados por la tradición y por factores marcadamente religiosos, la búsqueda de un denominador común con la población más reacia a aceptar una ayuda internacional.

En octubre, la Soberana Orden de Malta y el gobierno húngaro han firmado en Budapest un memorandum de entendimiento para reforzar la cooperación y responder adecuadamente a las persecuciones de las minorías étnicas y religiosas en zonas en crisis.

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Algunas de las graves crisis humanitarias que he citado al inicio de mi discurso son la razón para la fuerte presencia y las acciones de la Orden de Malta. En los países vecinos de Siria garantizamos la asistencia médica y ofrecemos proyectos de asistencia social a los refugiados. En Líbano, que sufre desde hace meses una gravísima crisis política que tiene consecuencias graves para la economía y el tejido social del país, nuestra Asociación nacional sigue ofreciendo una asistencia sanitaria en las zonas más pobres del país con diez centros médicos y sociales y varias clínicas móviles, que ofrecen asistencia a libaneses y refugiados sin hacer distinción alguna en base a las creencias religiosas. En Turquía ofrecemos proyectos de inclusión y de reintegración para las víctimas de la guerra en Siria; en el norte de Irak hemos lanzado en los últimos años varios proyectos importantes para la protección de los grupos étnico-religiosos como los cristianos, los yazidíes y los chabaquíes, y para asistir a mujeres víctimas de traumatismos vinculados a la guerra, las persecuciones y las violencias del Estado Islámico. También en las principales rutas migratorias, como la que atraviesan el mar Mediterráneo, donde desde hace diez años nuestros equipos sanitarios aportan auxilio en caso de naufragio. Nuestro personal está desplegado a bordo de los barcos de la Marina Militar y de la guardia costera italianas, y siguen operando en alta mar gracias a los acuerdos firmados con las instituciones italianas. Estas actividades y los numerosos acuerdos de cooperación existentes con la República de Italia serán el centro del encuentro que se celebrará el próximo 13 de febrero, cuando me reuniré en el Palacio del Quirinale con el presidente Sergio Mattarella.

Este año se cumplen 900 años desde el fallecimiento de nuestro fundador, el Beato Gerardo. La Orden de Malta organizará, en esta ocasión tan señalada, una peregrinación internacional a Tierra Santa en el mes de noviembre. Será la ocasión para reafirmar nuestros fuertes vínculos con esta región, donde nuestra actividad sigue siendo evidente: nuestro Hospital de la Sagrada Familia de Belén,  Palestina, es un punto de referencia para las familias palestinas. Con 4.700 nacimientos al año, el Hospital ofrece también atención especializada a los bebés nacidos prematuramente o con enfermedades congénitas. Es el único centro sanitario de la región que cuenta con un ala de neonatología intensiva.

Desde septiembre de 2018 nuestra organización de ayuda internacional asiste en Colombia a los miles de refugiados que huyen de Venezuela. Con proyectos de ayuda de emergencia, Malteser-International-es contribuye a ofrecer a los refugiados unas mejores condiciones de vida. Se insiste especialmente en las revisiones médicas y la distribución de suplementos alimentarios, dado que muchos de los refugiados sufren de malnutrición. También en América, la Asociación Cubana de la Orden de Malta ha lanzado una nueva misión médica en la República Dominicana. Un equipo de 85 personas, entre enfermeros, farmacéuticos, fisioterapeutas y voluntarios, ha visitado a 1.000 pacientes que necesitaban asistencia médica. Desde hace más de 15 años la Asociación cubana organiza misiones médicas, que también prevén la distribución gratuita de fármacos. La próxima misión está prevista para marzo. En El Salvador, las ocho clínicas de la Orden prosiguen su importante labor sanitaria para 130.000 pacientes al año, mientras que la Asociación hondureña ha podido contribuir a la lucha contra el dengue, que asola al país.

Nuestra presencia sigue también aumentando en el continente africano, donde la Orden se esfuerza por mejorar la vida de las comunidades locales y mitigar los desastrosos efectos del cambio climático. En el norte de Uganda hemos conseguido poner en marcha la logística necesaria para aprovechar la energía solar, lo que según las estimaciones ofrece la posibilidad de quedarse a vivir en sus localidades a no menos de 100.000 personas. Lo mismo se puede decir de los municipios de Sudán del Sur y de la República Democrática del Congo, donde los proyectos de la Orden garantizan el suministro de agua potable, favoreciendo así la escolarización de las niñas, que de otra manera estarían obligadas a recorrer cada día kilómetros a pie para abastecerse en agua. También en la República Democrática del Congo, la Orden de Malta ha enviado un equipo de emergencia para hacer frente a la nueva epidemia de ébola que se ha declarado en el país en verano: en estrecha colaboración con el ministerio de Sanidad congoleño y con la Organización Mundial de la Salud, Malteser-International-es ayuda a aplicar medidas de higiene y prevención, además de conducir campañas de sensibilización para contener la epidemia. En Benín, país que visitaré oficialmente en pocos días, la Orden gestiona un hospital que atiende a aproximadamente 5.000 familias, anteriormente obligadas a desplazarse largas distancias para recibir atención médica, por carreteras a menudo tortuosas y peligrosas.

En algunos de los países más vulnerables al cambio climático, la Orden cuenta con programas de reducción del riesgo de desastres naturales. Hablo en particular de Myanmar, donde las frecuentes lluvias monzónicas ponen en situación de riesgo a la población local, y Pakistán, donde en la región de Sindh nuestra organización de ayuda internacional trabaja desde 2015 en estrecho contacto con la población local para mejorar la capacidad de reacción frente a fenómenos frecuentes en la zona, como inundaciones, temporales y terremotos. También en Tailandia, dos graves tormentas han golpeado a unas 400.000 familias de varios municipios en otoño pasado. La Orden ha intervenido en esta emergencia aportando fármacos y alimentos.

El mes pasado, nuestros voluntarios albaneses han intervenido de inmediato para auxiliar a la población víctima del terremoto que golpeó Albania. Además de esta intervención, también ha acudido enseguida un equipo del Cuerpo italiano de socorro de la Orden de Malta, ayudando, con sus años de experiencia en gestión de emergencias, a las autoridades locales a prestar asistencia a los damnificados.

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Las actividades médico sanitarias de la Orden de Malta han progresado mucho en el ámbito de la asistencia médica a ancianos. En Inglaterra, más de 70 residencias ofrecen una atención integrada para estimular las actividades físicas y cognitivas de los pacientes. En Francia he tenido el placer de visitar, hace poco, el centro gestionado por la Orden cerca de París, donde se experimenta con robots con inteligencia artificial capaces de interactuar con seres humanos, favoreciendo así la sociabilidad y la estimulación intelectual de los ancianos.

La Orden de Malta está muy atenta a las nuevas formas de exclusión, como la discapacidad, la marginación, la soledad, las enfermedades raras y la brecha digital, que representan una grave emergencia social. Un enviado especial de la Orden se encargará de profundizar en estas temáticas, y elaborará propuestas operativas específicas al respecto.

Los campamentos de verano para jóvenes discapacitados siguen atrayendo a cientos de jóvenes de todo el mundo. El campamento internacional organizado en agosto pasado en Alemania ha reunido a más de 500 jóvenes, entre voluntarios y discapacitados, procedentes de 24 países. Es un proyecto iniciado en 1983 que se sigue desarrollando año tras año, hasta el nacimiento reciente de una edición Asia Pacífico. Nuestros voluntarios italianos y australianos están ya trabajando para ofrecer una semana de descanso, actividades culturales, oración y amistad a los huéspedes de las dos ediciones que se celebrarán en 2020, en Roma y Brisbane. En Líbano, el campamento de Chabrouh representa también un momento de convivencia pero también de aprendizaje para nuestros jóvenes voluntarios, que con esta experiencia viven en primera persona el sufrimiento de las personas a las que acompañan, y entienden así plenamente el mensaje cristiano de las palabras de Santo Tomás: «Un dolor compartido es un dolor reducido a la mitad, la alegría compartida es doble alegría».

Quisiera recordar aquí la maravillosa labor desarrollada por nuestros jóvenes voluntarios también con ocasión del Día Mundial de la Juventud, que se ha celebrado a principios de 2019 en Panamá. Una cita para la que han trabajado juntos voluntarios de la Orden procedentes de numerosas asociaciones, ofreciendo asistencia a los peregrinos con una atención particular a las personas especialmente frágiles. Es una tradición que se renueva cada año también en nuestras muchas peregrinaciones, ya sean nacionales o internacionales. Recuerdo la peregrinación internacional de Lourdes, en la que participan aproximadamente 7.000 personas entre miembros, voluntarios y enfermos, y también las peregrinaciones italianas a Asís y a Loreto, en las que participo siempre personalmente con gran alegría.

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En 2019, tras el lanzamiento de las relaciones diplomáticas con la República Federal de Alemania, he acudido en visita oficial a Berlín, donde he mantenido encuentros positivos con el Presidente Federal y el Presidente del Bundestag. Allí he podido visitar algunos de nuestros centros que acogen a familias de migrantes y refugiados, dándoles la posibilidad de integrarse en las comunidades locales. Durante este pasado año también he sido recibido por los Jefes de Estado de Eslovenia y Bulgaria, con quienes las relaciones diplomáticas gozan de buena salud, y tienen como consecuencia numerosos proyectos sociales. También he tenido el placer de recibir la visita del Presidente de Lituania y he sido recibido en la UNESCO justamente en el año en que se cumple el 25º aniversario de la creación de la primera misión permanente de la Orden ante Naciones Unidas. En mi intervención en la Conferencia General he podido, entre otros temas, plantear la cuestión de si es posible, y cómo, conciliar los principios y valores éticos con la inteligencia artificial.

Durante este año hemos renovado las relaciones de amistad y colaboración con el gobierno de la República del Ecuador.

También para el Gran Canciller ha sido un año intenso, caracterizado por numerosas visitas: la visita oficial a Perú en agosto y recientemente el viaje a Australia para la novena Conferencia Asia Pacífico de la Orden de Malta, una cita anual ya bien establecida que prueba la creciente presencia de la Orden en estas regiones.

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Es indudable que el año que acaba de concluir ha sido también intenso para nuestro gobierno. Como saben, en mayo pasado se celebró el Capítulo General, que tuvo como resultado una fuerte señal hacia la continuidad, lo cual nos permite proseguir con el delicado proceso de reforma constitucional en curso, que prevé entre otras cosas prestar una atención particular a la formación espiritual de nuestros miembros profesos.

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Queridos Embajadores, solo por medio de la cooperación y el diálogo constructivo basado en el respeto a la dignidad humana podemos contribuir a poner fin a las crisis y a la violencia y ofrecer un futuro mejor a las nuevas generaciones. En esto se inspira la misión de la Orden de Malta, a imagen del altar de San Basilio en la Iglesia de Santa María del Aventino, obra de Giovanni Battista Piranesi, que vuelve a resplandecer ahora gracias a la intervención de restauración terminada a principios del año pasado.

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Para concluir este discurso, quisiera agradecer a cada uno de ustedes la importante contribución que realizan cotidianamente para prevenir y reducir la vulnerabilidad de nuestro mundo y para promover al mismo tiempo los valores comunes de paz y convivencia.

 

Les deseo a ustedes, a sus familias y a los países que representan un feliz 2020.