Excelencias,
Queridos hermanos, hermanas y voluntarios,
Queridos peregrinos,
Este año, el Año de Nuestro Señor, Dos Mil Veinticinco, celebramos la 67ª peregrinación internacional de la Orden de Malta al Santuario de Nuestra Señora de Lourdes. Quisiera desearles a todos y cada uno de ustedes, ya sean peregrinos primerizos o veteranos, una calurosa bienvenida a este rincón sagrado de la tierra, a este lugar santo donde la Virgen manifestó el amor de Dios por su pueblo, a este humilde trozo de tierra que se ha convertido en un lugar de milagros y maravillas.
Estamos aquí en Lourdes en un momento particularmente propicio, y hay tres motivos que me llevan a decirlo.
En primer lugar, hace casi dos semanas, en pleno Año Jubilar, nuestro Santo Padre Francisco fue llamado a la casa del Señor. El triste fallecimiento de nuestro querido papa se produjo el día después de la resurrección de Cristo, un momento cargado de un profundo significado espiritual. A pesar de su fragilidad y su enfermedad, el Santo Padre encontró la fuerza para asistir a la celebración de la victoria de Cristo sobre la muerte. El Domingo de Pascua, por última vez, el papa, con voz débil y cansada, bendijo a su pueblo, incluyéndome a mí. Me sentí muy honrado de estar presente y de verle por última vez. Se retiró a sus aposentos y, en las primeras horas del lunes de Pascua, pasó a la vida eterna. Concluido su viaje terrenal, los fieles lloraron su muerte y celebraron su vida. Nos duele profundamente la pérdida de sus exhortaciones al amor, a la esperanza, al cuidado, al perdón. Al mismo tiempo, estamos agradecidos a Dios por habernos enviado a este maestro que nos animó a no dejar nunca de rezar para obtener la gracia de perdonar y de darnos cuenta de que el perdón y la justicia no pueden separarse. Por experiencia personal, puedo dar fe de la profundidad de su amor por nuestra querida Orden.
La segunda razón es que la peregrinación internacional de este año está dedicada al tema de la gracia. Durante la peregrinación, se nos invita a cada uno de nosotros a redescubrir la misericordia y la ternura de Dios en un mundo tan a menudo marcado por el sufrimiento y la división. Desde esta perspectiva, el fallecimiento del Santo Padre adquiere un profundo significado. Su vida y su pontificado han sido un testimonio vivo de esa misma gracia, una gracia que abraza, cura y abre caminos de esperanza. Su desaparición durante este año sagrado nos recuerda la dimensión eterna de la gracia y nos llama a proseguir su legado con fe y unidad renovadas. Ese legado sigue vivo en cada uno de los voluntarios que, ya sea uniéndose a nosotros por primera vez o regresando una vez más, ofrecen su tiempo y su esfuerzo a lo largo de esta peregrinación para cuidar de los más débiles y vulnerables, muchos de ellos habiendo viajado desde todos los rincones del mundo para estar aquí. En su presencia y su servicio, asistimos a una expresión poderosa y tangible del firme compromiso de la Orden con la caridad y la fe.
La tercera razón por la que considero este año tan propicio es que este año nos hemos reunido en Lourdes cerca de 7.400 personas, entre malades, miembros y voluntarios. Esta cifra extraordinaria es un testimonio de su lealtad y devoción a nuestra querida Orden. Me alegra especialmente el creciente número de jóvenes: casi 500 este año, frente a los 450 del año pasado. Es una señal vital y alentadora, ya que no sólo son esenciales para nuestra misión actual, sino que también representan el futuro de la Orden. Los peregrinos reunidos hoy aquí son la herencia viva de nuestros predecesores que, hace 67 años, en 1958, se reunieron por primera vez en este lugar sagrado para rendir homenaje a la Virgen María acompañando a los necesitados. Su fe y devoción sentaron las bases de lo que se ha convertido en un poderoso legado, que sigue uniéndonos en la oración, el servicio y el amor fraterno, año tras año. Como testimonio de esta gracia que sigue emanando de la Virgen, recientemente se ha proclamado un nuevo milagro, el 72º reconocido oficialmente.
Por último, venimos aquí también con el corazón lleno de oraciones, en gratitud por la vida y el ministerio del papa Francisco, en fiel recuerdo de su devoción a los más débiles y vulnerables, y en intercesión esperanzada por la elección de un nuevo papa. Que sea guiado por el Espíritu Santo para conducir a la Iglesia en la paz, el amor y la gracia, dando continuidad al camino de misericordia y compasión trazado por sus predecesores.
Antes de concluir, debo expresar mi más profunda admiración y gratitud a nuestros miembros y voluntarios que, en todo el mundo, defienden incansablemente nuestros principios fundacionales de Tuitio Fidei et Obsequium Pauperum. Ya sea en Ucrania, en Tierra Santa o en otros innumerables lugares afligidos por las dificultades y los conflictos, permanecen como un faro de esperanza, presentes allí donde su servicio es más necesario. Y, sin embargo, incluso mientras se dedican a estas exigentes misiones, han encontrado la fuerza para unirse a nosotros aquí, dando testimonio del carisma imperecedero de la Orden con su dedicación a los enfermos y a los vulnerables.
Que nuestra Santísima Madre derrame sus gracias y favorezca el trabajo de nuestra querida Orden,
Que Ella llene nuestros corazones del amor de su Hijo por los enfermos, los débiles, los olvidados y los pobres, y
Que Nuestra Señora bendiga a nuestra querida Orden de Malta y sus ministerios en todo el mundo.
Les deseo una peregrinación maravillosa y llena de bendiciones.
Muchas gracias.
S.A.E. Frey John T. Dunlap
Gran Maestre de la Soberana y Militar Orden de Malta
Photo Credits: Sovereign Order of Malta / Célian de La Rochefoucauld