En una interesante exploración de los límites éticos de la inteligencia artificial, la misión permanente de observación de la Soberana Orden de Malta ante la ONU convocó la semana pasada un panel de alto nivel en la sede de Naciones Unidas en Nueva York. En el evento, celebrado en el marco de la Semana Mundial de la Armonía Interconfesional y antes de la Cumbre de Acción sobre Inteligencia Artificial en París, se estudió si se puede aplicar límites éticos a la Inteligencia Artificial. El panel reunió a más de 200 asistentes, incluidos diplomáticos de muchos estados miembros de la ONU.
Presidido por David Gibson, director del Centro de Religión y Cultura de la Universidad de Fordham, el debate contó con ponentes distinguidos, procedentes de distintas tradiciones religiosas y ámbitos de investigación de la IA. El embajador de la Orden ante Naciones Unidas, Paul Beresford-Hill, inauguró la sesión, dando paso después a un discurso de bienvenida de embajadora de Mónaco Isabelle Picco.
Entre los principales ponentes intervinieron el padre Paolo Benanti, asesor de ética en IA del papa Francisco y profesor de la Universidad Gregoriana de Roma, y John Tasioulas, director del Instituto de Ética en IA de la Universidad de Oxford, y propusieron ideas muy interesantes sobre la intersección de la tecnología, la moralidad y los derechos humanos.
El padre Benanti destacó el papel de la IA en la remodelación de la democracia, la acción humana y las estructuras sociales. Advirtió de que el poder computacional ha pasado de ser una fuerza para la participación democrática, como se vio en la Primavera Árabe, a una amenaza potencial, como lo demuestran la desinformación, la polarización y la inestabilidad política, como se apreció en los disturbios del Capitolio. «Estamos pasando de una economía de la atención a una economía de la intención», dijo, destacando la capacidad de la IA para influir en el comportamiento y las realidades políticas.
John Tasioulas lanzó un llamamiento para que la ética de la IA se base en las tradiciones morales y legales ya establecidas, en lugar de basarse en enfoques nuevos, guiados por la ideología. Abogó por el derecho humano a la toma de decisiones humanas, una mayor responsabilidad corporativa y la gobernanza de la IA bajo supervisión democrática.
El panel también incluyó a Nathalie Smuha, de la Facultad de Derecho y Criminología de la Universidad Católica de Lovaina, que habló de la IA en el marco del pensamiento ético judío, haciendo hincapié en las relaciones humanas, la diversidad y la responsabilidad. Muhammad Aurangzeb Ahmad, del Departamento de Informática de la Universidad de Washington en Tacoma (Estados Unidos), ofreció el enfoque islámico, subrayando la responsabilidad moral que la IA amenaza con erosionar. Benedetta Audia, del Departamento de Adquisiciones en Desarrollo Internacional de la Universidad George Washington, presentó el enfoque de Naciones Unidas sobre la IA, destacando sus esfuerzos por promover la equidad, la transparencia y la cooperación global.
Para cerrar la sesión, el embajador Beresford-Hill subrayó el papel vital que desempeñan las comunidades de inspiración religiosa en la orientación del desarrollo ético de la IA. Instó a la ONU a dar prioridad a los derechos humanos y a los beneficios inclusivos de la IA para todos.
En este evento se ha producido una convergencia poco frecuente de experiencia tecnológica y diálogo interreligioso, reforzando el compromiso de la Orden de Malta con el liderazgo ético en la innovación global.